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FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES (Cuba/España)
Cuentos hiperbreves inéditos. Colección Gaviotas de Azogue 19.
Octubre, 2007. CIINOE. ciinoe@hotmail.com
Se autoriza la difusión sin fines comerciales por cualquier medio.
ELLA Y ÉL Y EL FONDO DE LAS PUPILAS
Ella se arrodilla en la hierba acurrucándose. Oculta el rostro. Y el tiempo es interminable. Una voz desconocida pregunta: “¿Tienes hambre?” y él extiende un pan, extrañamente redondo como un planeta, y se deja caer. Ella no tiene hambre. Él la ve morder, tragar, llorar. Estira una mano para acariciarla. Pero regresa la mano y dice: “No te conozco. No sé porque estás en el suelo. No sé por qué lloras. Mira: están hierba, árbol, flores. Y estoy yo que debo irme y que podría abrazarte.” Ella levanta la cabeza. No sonríe. Le busca el fondo de las pupilas. Asiente.
ELLA Y ÉL Y EL FONDO DE LAS PUPILAS
Ella se arrodilla en la hierba acurrucándose. Oculta el rostro. Y el tiempo es interminable. Una voz desconocida pregunta: “¿Tienes hambre?” y él extiende un pan, extrañamente redondo como un planeta, y se deja caer. Ella no tiene hambre. Él la ve morder, tragar, llorar. Estira una mano para acariciarla. Pero regresa la mano y dice: “No te conozco. No sé porque estás en el suelo. No sé por qué lloras. Mira: están hierba, árbol, flores. Y estoy yo que debo irme y que podría abrazarte.” Ella levanta la cabeza. No sonríe. Le busca el fondo de las pupilas. Asiente.
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ÉL Y ELLA Y A BOCANADAS (ÉL Y ELLA QUE DESAPARECE)
Cuando cada uno hace el hallazgo del otro en medio de la ruta, él se ha detenido por una herida en su pie izquierdo. Ella está acercándose. Él, desesperado, imagina que de la herida le brota a bocanadas una columna de humo rojo que no cesa y puede ocultarla. E imagina que cada bocanada le duele como si la herida se multiplicara. Él se agiganta y atrapa el humo rojo con las manos y lo lanza lejos de sí. La realidad es que ella, tal vez asustada por el humo, desaparece. Y él percibe como su pie izquierdo también desaparece.
ÉL Y ELLA Y A BOCANADAS (ÉL Y ELLA QUE DESAPARECE)
Cuando cada uno hace el hallazgo del otro en medio de la ruta, él se ha detenido por una herida en su pie izquierdo. Ella está acercándose. Él, desesperado, imagina que de la herida le brota a bocanadas una columna de humo rojo que no cesa y puede ocultarla. E imagina que cada bocanada le duele como si la herida se multiplicara. Él se agiganta y atrapa el humo rojo con las manos y lo lanza lejos de sí. La realidad es que ella, tal vez asustada por el humo, desaparece. Y él percibe como su pie izquierdo también desaparece.
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ÉL Y ELLA Y LA GÓNDOLA
Desde la nariz la respiración expulsa una góndola. Es una góndola densa, pujante, seductora. Una góndola que queda flotando en el aire entre él y ella. Él respira por la nariz y ella por la boca. La góndola es un anhelo entretejido entre los dos. Un anhelo que navega de un puerto a otro. Inhalado, exhalado. Tan real la góndola que se balancea con más y más fuerza en el oleaje mecido por los jadeos de él y los jadeos de ella.
ÉL Y ELLA Y LA GÓNDOLA
Desde la nariz la respiración expulsa una góndola. Es una góndola densa, pujante, seductora. Una góndola que queda flotando en el aire entre él y ella. Él respira por la nariz y ella por la boca. La góndola es un anhelo entretejido entre los dos. Un anhelo que navega de un puerto a otro. Inhalado, exhalado. Tan real la góndola que se balancea con más y más fuerza en el oleaje mecido por los jadeos de él y los jadeos de ella.
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